05 febrero, 2012

El espejo.

Cuando salgo a la calle me veo rodeada e incluso implicada en una sociedad completamente hipócrita.  Si, me he llamado hipócrita. Si, os he llamado hipócritas. Hay muchos aspectos en los que baso mi opinión, pero en el que más, ha sido con la comida. Dentro de las tres clase de personas que distingo en este ámbito, están los que dicen que deben hacer ejercicio y comer sano, y luego comen hamburguesas dia si y otro tambien y con el culo echado en el querido sillón. En serio, da rabia escuchar a personas que se lamentan de tener un cuerpo que no les gusta y encima no hacen nada por remediarlo. Si de verdad te costase mirarte en el espejo, si te diese coraje notarte esas chichas y sufrieses al comprarte una talla inadecuada a tu constitución fisica, harías algo. ¡Pero no! Llegas del instituto con ansias de comer y te echas todo a la boca como si se fuese a terminar la comida. Luego una siesta porque estás cansada y dejas que la grasa se acumule. Toca estudiar y pones de escusa esto para no salir ni a correr, a caminar o simplemente sentarte en la bicicleta estática y darle a los pedales. Son las ocho y media y debes ir a ducharte. Mojada, te pones delante del espejo y empiezas a mirarte con desprecio e incluso a odiarte. Tus ojos te duelen por mirar "eso". Después hay otro aspecto. Cuando sales con tus amigos, dices "por una vez no pasará nada". Sin embargo, esa vez no te comes un helado o una hamburguesa. Te comes un helado, dos hamburguesas, un cono de papas, y una maxi-coca-cola. No vas a comer a un sitio aparentemente sano, si no a la "comida rapida". Lo peor de todo es lo que nombré al principio, eres capaz de llevar a cabo todo esto y aun así, te duele verte. No deberías sufrir por quien eres ¿no? Porque si, ese eres tú.

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